Reconozco mis limitaciones, pero a la vez fortalezco mis empeños y sueños.

Siento que cada encuentro es la puerta a la armonía y al entendimiento, un entendimiento que inicia por lo que observo en los chicos y chicas, luego pasa por mi corazón para querer apoyarlos, y termina en mi mente como un pensamiento que se repite y me recuerda el anhelo de ser cada día mejor, desde mi entrega y humildad para el acompañamiento a otros. Todo esto ocurre en un momento y en un espacio, como si ellos fueran un espejo de múltiples personalidades, en las que cada una me da enseñanzas distintas, en las que confío con certeza y me entrego a la fe de ayudarme cada día para aprender a ser un mejor humano.

Con respecto al papel como multiplicador, cada día es una fiesta, un placer de poder estar, de divertirme aprendiendo, ayudar al reconocimiento personal y si mi intervención es digna en las personas a quienes llega mi propuesta, ver los cambios que pueden construir con las alternativas y herramientas que les puedo compartir. 

Daniel Restrepo.